(miércoles 23 de mayo, tarde, sol)
En Cornellá está a punto de inaugurarse un nuevo centro de difusión de la Sociedad del Conocimiento, Can Suris, y oportunos como las abejas en primavera, llegamos nosotros, los antropólogos.
Mi visita empezó tarde ya que con Francesca perdimos el tren desde Plaça Catalunya: dijimos a los demás que se fueran adelantando y que los alcanzaríamos al ratito. Ratito que se alargó bastante porque nos equivocamos de lugar y fuimos a parar al Museo de las Aguas, asi que empezamos a vagabundear por Cornellá en busca de un sitio que nadie conoce (todavía). Gracias a las indicaciones de unas chicas del barrio ("siguiendo por ahí se pasa delante de unas casas guapas y luego está el cole de Can Suris y el kebab") pudimos por fin llegar a nuestro destino, una hora después del horario convenido.
Can Suris es una antigua fábrica téxtil rehabilitada. La estructura exterior de ladrillo ha sido mantenida, concentrándose las obras en los interiores del edificio. Cuando llegamos, nuestros compañeros acababan de visitar la planta baja, que albergará una biblioteca y una mediateca, y juntos subimos las escaleras que llevan al segundo piso. Nos guía Lluís, uno de los coordinadores del centro, que nos va abriendo puertas recién montadas que dan a salas recién pintadas. Todo el lugar huele a pintura y a coche nuevo: faltan un par de semanas para la inauguración y aún queda mucho para hacer, de hecho alrededor nuestro hay unas cuantas personas trabajando. Ricard comenta que se quiso esperar a que pasaran las elecciones del próximo domingo para que la apertura de Can Suris no fuera estrumentalizada por fines políticos. La fundación que gestiona el centro es mixta, formada por administraciones públicas (el Ayuntamiento de Cornellá, la Diputació, la Generalitat) y empresas privadas.
Este dato nos da un poco la dimensión del asunto: se trata de un centro de formación y difusión de las nuevas tecnologías, que aspira a ser un punto de encuentro y compenetración entre las instituciones, el sector privado y la ciudadanía. El lema, como de costumbre, es participación. La idea es que se convierta en un espacio en el que convivan tanto profesionales del sector como aficionados e incluso (o sobretodo) aquel público que hasta ahora se ha mantenido fuera de la galaxia TIC.
Lluís nos explica que la vocación de Can Suris es de adaptarse a las exigencias de sus usuarios y no al revés, y por eso los mismos espacios han sido pensados para poder adaptarse a los distintos usos que se pueden hacer de ellos. Las salas están separadas por tabiques móviles que se pueden desplazar según la necesidad del momento; hay wi-fi en todo el edificio; los muebles no son fijos y se pueden poner y quitar a placer. Potente tecnología y diseño personalizable: esta parece ser la receta del futuro. Y en efecto, delante de los inmensos servidores que aguardan en el desván, sus botones rojos, su terminales, cables, manijas, ranuras e interruptores, no sé si hacerme la indiferente (como quien domina el tema) o si permitirme una cara de asombro. Opto por la primera, aunque debo admitir que saber que ahí hay dos baterías de 3 toneladas cada una para mantener activo el sistema si falla la electricidad, me ha impactado.
En efecto, los grandes números y lo grande en general impactan a la gente. El edificio es grande, la inversión es grande y las aspectativas son proporcionales: la sensación es que haya un toque levemente publicitario en las descripciones que se nos hacen del proyecto CitiLab, pero me imagino que quién cree mucho en una idea la intenta promocionar con entusiasmo.
No quiero decir que no me convenza la idea de Can Suris. Es una infraestructura potente y me parece muy interesante que esté abierta a todos, que la entrada sea gratuita y que se pueda utilizar libremente el material de que dispone el centro. Aunque no me quedó del todo claro que tipo de proyectos albergará (también porque muchos de ellos están aún en fase embrional), algunas iniciativas me parecieron acertadas. Por ejemplo los viveros: pequeñas oficinas que se pondrán a disposición de quienes tengan proyectos de empresa o de investigación relacionados con las nuevas tecnologías; durante tres años podrán utilizar los espacios del centro para luego ceder el puesto a nuevos proyectos.
La duda es más bien de otra naturaleza. Siempre que se hable de participación ciudadana, la cuestión es: ¿quién participa? Ya que el reto es involucrar a aquellos sectores de la población que normalmente se quedan fuera, me pregunto qué se hará para que esto pase. Otros casos nos enseñan que no basta con plantar en el medio de un barrio popular un centro de producción y difusión de cultura, para que la gente se apropie de él. Como observaba nuestro compañero Martí, mirando fuera de los ventanales de Can Suris hacia los bloques de pisos del costado, habrá que atraer activamente a esas personas, el mero acto de presencia no es suficiente; es más, a veces, a quien mira desde fuera, puede resultar más bien desafiante o intimidatorio.
La dirección no se tendrá que quedar satisfecha con la afluencia de público y nada más: deberá constantemente averiguar qué tipo de público utiliza sus espacios, si se habrá cumplido el objetivo o si no acudirán siempre los mismos, los que hubiesen ido de todas maneras. Básicamente, habrá que ver cómo se gestionará el centro, cómo se diseñarán las actividades, antes de decidir si trata de veras de un laboratorio ciudadano.
Enlaces relacionados:
Aquí tienen la web (aún en fase de construcción, diría yo) del Citilab de Cornellá.
Aquí una referencia desde la página del CIDEU.
Éste es el anuncio del lanzamiento de la red europea de Living Labs.
Y ésta su página web: Living Labs Europe.
Mientras que aquí tienen el relativo blog.
1 comentario:
Hola La Doctora,
he leído con gran atención tu comentario y quisiera resaltar tu última reflexión.
El centro no puede quedarse como un monolito donde la gente lo visita y nada más. El centro debe escuchar, estar atento y aprender para poner a disposición recursos interesantes para los participantes. Pero no queda allí, sino que las reglas de uso de estos recursos las debe poner el propio usuario en la medida de lo posible (y aquí uno de los grandes retos). Solo él sabrá mejor como gestionar los recursos.
No te contesto a la pregunta de cómo realmente se consigue hacer participar a la gente (porque no tengo la respuesta :( ), pero algo estará relacionado con la "libertad de expresión", o quizá mejor en el caso de Citilab le podríamos llamar mejor como la "libertad de acción".
Deseo que tu blog construído a raíz de una asignatura tenga continuación en el futuro.
saludos,
Lluis
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